Uno de esos contactos que acabamos teniendo en facebook por aplicación del principio de los seis grados de proximidad postea un vídeo que no puedo dejar de comentar. Se trata de un vídeo de un tal "Doctor Salomon" que se presenta como "científico" y que tiene ¡más de diez millones de reproducciones!
¡Cuidado! Este vídeo herirá tu sensibilidad científica y tu sentido común.
La propuesta es, para mí auténticamente sorprendente: el arroz ¡es peligroso! porque contiene ¡almión! que es, sorprendentemente, ¡¡un azúcar!!,y los azúcares ¡¡¡provocan diabetes!!! Pero, afortunadamente, podemos estar tranquilos porque el doctor Salomon tiene la respuesta al problema: basta con comoer el arroz frío.
¿Qué será esto? ¿Un ejemplo de pseudociencia? (últimamente están proliferando los casos de falsas ciencias relacionadas con la nutrición) ¿Un caso de "mala ciencia"? (es decir, mala aplicación de los principios del método científico que pueden conducir a unas conclusiones equivocadas). Me temo que ni siquiera eso; se trata, simplemente, de una falacia argumental. No sé si interesada...
Vamos desde el principio. Hace mucho tiempo la dialéctica formaba parte de los currículos educativos. Se trataba de conseguir que los estudiantes desarrollaran sus capacidades de razonar y de encontrar, en los razonamientos de los demás, las falacias que los hacían erróneos. La forma de demostrar haber adquirido ese conocimiento era mediante debates parecidos a los que aún podemos ver hoy en día en las "competiciones de debate" de las series norteamericanas.
El "arma" que se utilizaba en esos debates era el silogismo o razonamiento, la estructura lógica con la que los seres humanos nos hemos atrevido a explorar el mundo del conocimiento. Un razonamiento es una herramienta sencilla, formada tan solo por tres frases, pero lo suficientemente poderosa como para proporcionarnos una unidad de nuevo conocimiento. Eso sí, si está bien hecho.
En el razonamiento dos de las proposiciones (las premisas) son conocidas, mientras que la conclusión es el conocimiento nuevo que extraemos lógicamente de las otras dos. La premisa mayor, la primera que se plantea, tiene que ser universal, mientras que la premisa menor es una particularización de la mayor; es decir, la premisa menor es particular (solo se refiere a un subconjunto de los elementos de la premisa mayor). En esas condiciones, se consigue una conclusión que es aún más particular que la premisa menor, pero que nos dice algo que no estaba incluido en ella. Es decir, un conocimiento nuevo.
Claro que para que eso pueda funcionar hay que atenerse a ciertas reglas: las dos premisas deben ser ciertas y deben estar relacionadas entre sí. Y la conclusión debe derivarse lógicamente de ellas.
Este pequeño vídeo, como cualquier pieza de convicción, contiene algunos razonamientos. Me gustaría demostrar dónde están sus errores, para explicar por qué nada de su contenido tiene ninguna validez. Ni siquiera para quienes no tienen conocimientos científicos. Vamos allá.
¿Razonando?
El contenido del vídeo incluye básicamente dos razonamientos; el primero sobre el arroz y los posibles problemas que su consumo puede plantear:
¡Niego la mayor!
En los debates dialécticos cada aspirante al aprobado tenía como objetivo demostrar el error del otro, y en esas condiciones el premio gordo consistía en encontrar que la premisa mayor de su razonamiento estaba equivocada, porque entonces ya no importa si el silogismo está bien construido: la conclusión será, necesariamente, falsa. De ahí es de donde procede la frase que encabeza este apartado, "niego la mayor", que ya ha quedado bastante en desuso en nuestro lenguaje, pero que aún sigue siendo utilizada por algunos nostálgicos para señalarun grave error en el razonamiento de sus oponentes. Pues bien, vamos a negar la mayor.
Desde hace algún tiempo se viene oyendo que los azúcares son peligrosos para la salud. La lógica nos debería advertir en contra de esta afirmación, solo con que recordáramos nuestros conocimientos básicos de biología (los nutrientes que necesita nuestro organismo son los azúcares, las grasas y las proteínas, utilizando la nomenclatura menos científica posible), pero claro, cuando el río suena... Algo de agua tiene que llevar. Y algo de corriente lleva, aunque sea poca: la afirmación procede nada menos que de un informe de la OMS. Y si lo dice la OMS... ¿Pero qué dice, exactamente, ese informe? Vamos a las fuentes, que para eso está internet. El resumen del informe, en castellano, puede consultarse aquí. La directriz de la Organización Mundial de la salud afirma, textualmente, que...
"se recomienda reducir el consumo de azúcares libres a lo largo del ciclo de vida. Tanto para los adultos como para los niños, el consumo de azúcares libres se debería reducir a menos del 10% de la ingesta calórica total. Una reducción por debajo del 5% de la ingesta calórica total produciría beneficios a dicionales para la salud."
Ahora bien, la recomendación se refiere a los azúcares libres (el destacado es mío), que "incluyen los monosacáridos y los disacáridos añadidos a los alimentos por los fabricantes, los cocineros o los consumidores, así como los azúcares presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los jugos de fruta y los concentrados de jugo de fruta.
Los azúcares libres se diferencian de los azúcares intrínsecos que se encuentran en las frutas y las verduras enteras frescas. Como no hay pruebas de que el consumo de azúcares intrínsecos tenga efectos adversos para la salud, las recomendaciones de la directriz no se aplican al consumo de los azúcares intrínsecos presentes en las frutas y las verduras enteras frescas" (de nuevo, el destacado es mío).
Así pues, niego la mayor: no hay evidencia científica de que los azúcares intrínsecos como el almidón produzcan efectos adversos para la salud.
Más aún, los efectos comprobados sobre la salud de este tipo de azúcares se refieren a la obesidad y a las caries, pero no a la diabetes. De hecho, en el informe completo (en inglés) que puede consultarse aquí se señala específicamente que, tras un intenso debate entre los investigadores se decidió excluir de las conclusiones la posible relación del consumo de azúcares libres con la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares, considerando que "Risk of developing type 2 diabetes and CVD is often mediated through the effects of overweight and obesity, among other risk factors. Therefore, measures aimed at reducing overweight and obesity are likely to also reduce the risk of developing type 2 diabetes and CVD, and the complications associated with those diseases." (el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares está mediado a menudo por los efectos del sobrepeso y la obesidad, entre otros factores de riesgo. Por lo tanto, las medidas orientadas a reducir el sobrepeso y la obesidad probablemente reduzcan el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, y las complicaciones asociadas con esas enfermedades).
En un documento argumentativo, como este vídeo, las conclusiones de un razonamiento suelen ir asociadas a pruebas que las confirman. Este es el papel que juegan aquí los datos relativos a la eqivalencia entre almidón y azúcar o a los efectos del azúcar sobre nuestro organismo. Aquí vienen unos pocos datos científicos, pero no creo que lleguen a hacerle daño a nadie.
El autor dice que el almidón equivale a "siete cucharadas de azúcar", pero se olvida de un pequeño dato que vendría bien para dar validez a su afirmación: ¿cuánto almidón equivale a esas siete cucharadas? Ojo, eso no significa que no sea cierto el hecho de que el almidón proporciona grandes cantidades de monosacáridos. (Perdón, tenía que ponerlo para no seguir metiendo la pata). De hecho, cada molécula de almidón contiene decenas de miles de moléculas de monosacáridos. Precisamente por eso utilizamos alimentos ricos en este compuesto como la base energética de nuestra alimentación... (cereales, patatas, etc.).
La segunda "prueba de apoyo" es un tanto más delicada. En realidad, yo no sé qué se quiere decir con eso de que nuestro cerebro "se frena", aunque me da que no se ajusta demasiado a la verdad. En realidad nuestro cerebro, en condiciones normales, solo es capaz de utilizar glucosa (otro azúcar, el monosacárido que produce la digestión del almidón) como fuente de energía. Así que si algo tuviera que frenarlo sería la falta de azúcares y no su exceso. En todo caso, salvo en situaciones de enfermedad (diabetes, sí), la concentración de glucosa de nuestra sangre se mantiene prácticamente constante en el tiempo. Es una característica de nuestro organismo que recibe el extraño nombre de homeostasis.
La estructura del silogismo
Hay otra fuente de error en un razonamiento, y es la propia estructura del silogismo. La premisa menor debe ser más particular que la mayor, y estar relacionada lógicamente con ella. ¿Cuál es la relación entre la premisa mayor del segundo razonamiento ("En Japón comen el arroz frío") y su premisa menor ("En China hay más diabetes que en Japón")? Es de suponer que esta no sea la única diferencia entre China y Japón, y por lo tanto, no puede considerarse que esa sea la causa de la diferencia entre ambos países en cuanto a la frecuencia de la diabetes. ¿Sabemos algo del modo de vida, del índice de obesidad, de los otros factores de riesgo de los que habla la OMS? Así pues, siendo generoso, lo mejor que se puede decir es que afirmar que el arroz frío reduce la probabilidad de padecer diabetes es, como mínimo, arriesgado y que no se basa en la evidencia ni se deduce de nuestro conocimiento.
En cualquier caso, por si a los amantes de la paella caliente les queda algún motivo de inquietud (les he echado un vistazo por encima a algunos comentarios al vídeo, y al menos en uno de ellos hay una pobre seguidora desesperada dispuesta a abandonar total y definitivamente el consumo de arroz; tranquilidad, por favor, keep calm and eat rice), les echaremos un segundo vistazo a los datos.
Bueno, paciente lector, si has prestado atención al vídeo habrás observado que, para apoyar el dato de que la diabetes es un problema mucho mayor en China que en Japón, se utiliza un gráfico. Si te tomas la molestia de buscarlo en internet te resultará bastante fácil de encontrar. Yo lo he hecho en una página de la BBC titulada "Diabetes: Asia's 'silent killer'". La gráfica es esta:
Pues bien, todo encaja: el número de casos de diabetes en China es muchísimo mayor que el que se da en Japón. Aunque... ¿no falta un dato? si la población de China es también mucho más numerosa que la población japonesa, no deja de ser normal que el número de casos sea, a su vez, mucho más alto. De hecho, este dato (el número total de casos) es muy poco utilizado para estudiar la distribución de las enfermedades. En su lugar, se usa la prevalencia, es decir, la frecuencia de esa enfermedad, teniendo en cuenta el porcentaje de la población que la sufre.
Claro que para que eso pueda funcionar hay que atenerse a ciertas reglas: las dos premisas deben ser ciertas y deben estar relacionadas entre sí. Y la conclusión debe derivarse lógicamente de ellas.
Este pequeño vídeo, como cualquier pieza de convicción, contiene algunos razonamientos. Me gustaría demostrar dónde están sus errores, para explicar por qué nada de su contenido tiene ninguna validez. Ni siquiera para quienes no tienen conocimientos científicos. Vamos allá.
¿Razonando?
El contenido del vídeo incluye básicamente dos razonamientos; el primero sobre el arroz y los posibles problemas que su consumo puede plantear:
- El azúcar es perjudicial para la salud, porque produce diabetes (premisa mayor)
- El arroz contiene azúcar (porque contiene almidón, que es un azúcar; premisa menor)
- Por lo tanto, el arroz es perjudicial para la salud (conclusión).
- En Japón comen el arroz frío(premisa mayor)
- En China hay más diabetes que en Japón (premisa menor)
- Por lo tanto, comer el arroz frío evita la diabetes (conclusión).
¡Niego la mayor!
En los debates dialécticos cada aspirante al aprobado tenía como objetivo demostrar el error del otro, y en esas condiciones el premio gordo consistía en encontrar que la premisa mayor de su razonamiento estaba equivocada, porque entonces ya no importa si el silogismo está bien construido: la conclusión será, necesariamente, falsa. De ahí es de donde procede la frase que encabeza este apartado, "niego la mayor", que ya ha quedado bastante en desuso en nuestro lenguaje, pero que aún sigue siendo utilizada por algunos nostálgicos para señalarun grave error en el razonamiento de sus oponentes. Pues bien, vamos a negar la mayor.
Desde hace algún tiempo se viene oyendo que los azúcares son peligrosos para la salud. La lógica nos debería advertir en contra de esta afirmación, solo con que recordáramos nuestros conocimientos básicos de biología (los nutrientes que necesita nuestro organismo son los azúcares, las grasas y las proteínas, utilizando la nomenclatura menos científica posible), pero claro, cuando el río suena... Algo de agua tiene que llevar. Y algo de corriente lleva, aunque sea poca: la afirmación procede nada menos que de un informe de la OMS. Y si lo dice la OMS... ¿Pero qué dice, exactamente, ese informe? Vamos a las fuentes, que para eso está internet. El resumen del informe, en castellano, puede consultarse aquí. La directriz de la Organización Mundial de la salud afirma, textualmente, que...
"se recomienda reducir el consumo de azúcares libres a lo largo del ciclo de vida. Tanto para los adultos como para los niños, el consumo de azúcares libres se debería reducir a menos del 10% de la ingesta calórica total. Una reducción por debajo del 5% de la ingesta calórica total produciría beneficios a dicionales para la salud."
Ahora bien, la recomendación se refiere a los azúcares libres (el destacado es mío), que "incluyen los monosacáridos y los disacáridos añadidos a los alimentos por los fabricantes, los cocineros o los consumidores, así como los azúcares presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los jugos de fruta y los concentrados de jugo de fruta.
Los azúcares libres se diferencian de los azúcares intrínsecos que se encuentran en las frutas y las verduras enteras frescas. Como no hay pruebas de que el consumo de azúcares intrínsecos tenga efectos adversos para la salud, las recomendaciones de la directriz no se aplican al consumo de los azúcares intrínsecos presentes en las frutas y las verduras enteras frescas" (de nuevo, el destacado es mío).
Así pues, niego la mayor: no hay evidencia científica de que los azúcares intrínsecos como el almidón produzcan efectos adversos para la salud.
Más aún, los efectos comprobados sobre la salud de este tipo de azúcares se refieren a la obesidad y a las caries, pero no a la diabetes. De hecho, en el informe completo (en inglés) que puede consultarse aquí se señala específicamente que, tras un intenso debate entre los investigadores se decidió excluir de las conclusiones la posible relación del consumo de azúcares libres con la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares, considerando que "Risk of developing type 2 diabetes and CVD is often mediated through the effects of overweight and obesity, among other risk factors. Therefore, measures aimed at reducing overweight and obesity are likely to also reduce the risk of developing type 2 diabetes and CVD, and the complications associated with those diseases." (el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares está mediado a menudo por los efectos del sobrepeso y la obesidad, entre otros factores de riesgo. Por lo tanto, las medidas orientadas a reducir el sobrepeso y la obesidad probablemente reduzcan el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, y las complicaciones asociadas con esas enfermedades).
En un documento argumentativo, como este vídeo, las conclusiones de un razonamiento suelen ir asociadas a pruebas que las confirman. Este es el papel que juegan aquí los datos relativos a la eqivalencia entre almidón y azúcar o a los efectos del azúcar sobre nuestro organismo. Aquí vienen unos pocos datos científicos, pero no creo que lleguen a hacerle daño a nadie.
El autor dice que el almidón equivale a "siete cucharadas de azúcar", pero se olvida de un pequeño dato que vendría bien para dar validez a su afirmación: ¿cuánto almidón equivale a esas siete cucharadas? Ojo, eso no significa que no sea cierto el hecho de que el almidón proporciona grandes cantidades de monosacáridos. (Perdón, tenía que ponerlo para no seguir metiendo la pata). De hecho, cada molécula de almidón contiene decenas de miles de moléculas de monosacáridos. Precisamente por eso utilizamos alimentos ricos en este compuesto como la base energética de nuestra alimentación... (cereales, patatas, etc.).
La segunda "prueba de apoyo" es un tanto más delicada. En realidad, yo no sé qué se quiere decir con eso de que nuestro cerebro "se frena", aunque me da que no se ajusta demasiado a la verdad. En realidad nuestro cerebro, en condiciones normales, solo es capaz de utilizar glucosa (otro azúcar, el monosacárido que produce la digestión del almidón) como fuente de energía. Así que si algo tuviera que frenarlo sería la falta de azúcares y no su exceso. En todo caso, salvo en situaciones de enfermedad (diabetes, sí), la concentración de glucosa de nuestra sangre se mantiene prácticamente constante en el tiempo. Es una característica de nuestro organismo que recibe el extraño nombre de homeostasis.
La estructura del silogismo
Hay otra fuente de error en un razonamiento, y es la propia estructura del silogismo. La premisa menor debe ser más particular que la mayor, y estar relacionada lógicamente con ella. ¿Cuál es la relación entre la premisa mayor del segundo razonamiento ("En Japón comen el arroz frío") y su premisa menor ("En China hay más diabetes que en Japón")? Es de suponer que esta no sea la única diferencia entre China y Japón, y por lo tanto, no puede considerarse que esa sea la causa de la diferencia entre ambos países en cuanto a la frecuencia de la diabetes. ¿Sabemos algo del modo de vida, del índice de obesidad, de los otros factores de riesgo de los que habla la OMS? Así pues, siendo generoso, lo mejor que se puede decir es que afirmar que el arroz frío reduce la probabilidad de padecer diabetes es, como mínimo, arriesgado y que no se basa en la evidencia ni se deduce de nuestro conocimiento.
En cualquier caso, por si a los amantes de la paella caliente les queda algún motivo de inquietud (les he echado un vistazo por encima a algunos comentarios al vídeo, y al menos en uno de ellos hay una pobre seguidora desesperada dispuesta a abandonar total y definitivamente el consumo de arroz; tranquilidad, por favor, keep calm and eat rice), les echaremos un segundo vistazo a los datos.
Bueno, paciente lector, si has prestado atención al vídeo habrás observado que, para apoyar el dato de que la diabetes es un problema mucho mayor en China que en Japón, se utiliza un gráfico. Si te tomas la molestia de buscarlo en internet te resultará bastante fácil de encontrar. Yo lo he hecho en una página de la BBC titulada "Diabetes: Asia's 'silent killer'". La gráfica es esta:
Pues bien, todo encaja: el número de casos de diabetes en China es muchísimo mayor que el que se da en Japón. Aunque... ¿no falta un dato? si la población de China es también mucho más numerosa que la población japonesa, no deja de ser normal que el número de casos sea, a su vez, mucho más alto. De hecho, este dato (el número total de casos) es muy poco utilizado para estudiar la distribución de las enfermedades. En su lugar, se usa la prevalencia, es decir, la frecuencia de esa enfermedad, teniendo en cuenta el porcentaje de la población que la sufre.
Tampoco resulta difícil encontrar este dato. En realidad, yo he encontrado la gráfica justo al lado de la anterior, en una página de otro medio de comunicación, en este caso el Huffinton Post titulada "Cost Of Diabetes: Disease's Impact Felt Around The World" y, ¿quién iba a decirlo?, la gráfica nos depara una pequeña sorpresa:
En todo caso, los amantes del sushi pueden seguir disfrutando de esta comida con tranquilidad; el hecho de que la premisa mayor sea falsa no implica que la conclusión inversa sea correcta, porque el razonamiento, como se ha dicho, está mal construido.
Ya que estamos, y después de visitar la página de la OMS, no me resisto a transcribir las recomendaciones que hace esa organización para una alimentación sana:
- comer frutas, verduras, legumbres (por ejemplo, lentejas, judías), frutos secos y cereales integrales (por ejemplo, maíz, mijo, avena, trigo o arroz integral no procesados);
- al menos 400 g (5 porciones) de frutas y hortalizas al día (2). Las patatas (papas), batatas (camote, boniato), la mandioca (yuca) y otros tubérculos feculentos no se consideran como frutas ni hortalizas.
- limitar el consumo de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta calórica total (2, 5), que equivale a 50 gramos (o unas 12 cucharaditas rasas) en el caso de una persona con un peso saludable que consuma aproximadamente 2000 calorías al día, si bien para obtener mayores beneficios, se recomienda idealmente reducir su consumo a menos del 5% de la ingesta calórica total (5). Son los fabricantes, los cocineros o el propio consumidor quienes añaden a los alimentos la mayor parte de los azúcares libres. El azúcar libre también puede estar presente en el azúcar natural de la miel, los jarabes, y los zumos y concentrados de frutas;
- limitar el consumo de grasa (1, 2, 3) al 30% de la ingesta calórica diaria. Las grasas no saturadas (presentes, por ejemplo, en el aceite de pescado, los aguacates, los frutos secos, o el aceite de girasol, canola y oliva) son preferibles a las grasas saturadas (presentes, por ejemplo, en la carne grasa, la mantequilla, el aceite de palma y de coco, la nata, el queso, el ghee y la manteca de cerdo) (3). Las grasas industriales de tipo trans (presentes en los alimentos procesados, la comida rápida, los aperitivos, los alimentos fritos, las pizzas congeladas, los pasteles, las galletas, las margarinas y las pastas para untar) no forman parte de una dieta sana;
- limitar el consumo de sal a menos de 5 gramos al día (aproximadamente una cucharadita de café) (6) y consumir sal yodada.
Creo que quien haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí habrá podido comprobar que, al menos en algunas ocasiones, ni siquiera hace falta un mínimo conocimiento científico para desbaratar las informaciones basadas en la mala ciencia. Basta con un tanto de espíritu crítico, algo de curiosidad y una pizca de capacidad de razonamiento.