La evolución biológica de los organismos es considerada en la actualidad como un hecho científico bien establecido, confirmado por todas las pruebas científicas disponibles hasta el momento. La teoría de la selección natural es la mejor explicación disponible hasta el momento, y también ha sido confirmada por todas las pruebas analizadas.
En la primera mitad del siglo XX se consiguió compatibilizar la teoría darwiniana acerca de la selección natural con las leyes de la herencia propuestas por Mendel y con la teoría cromosómica, dando lugar a un paradigma sintético que se conoce como Neodarwinismo. Desde entonces, el Neodarwinismo ha sido capaz de explicar satisfactoriamente los procesos de mantenimiento, transmisión y modificación de la información genética, y relacionarlos con los acontecimientos evolutivos que se han producido en nuestro planeta.
Básicamente, lo que propone el neodarwinismo es que la información necesaria para determinar las estructuras de los organismos y controlar sus funciones se encuentra almacenada en el ADN de sus células. Existen mecanismos que permiten expresar esa información, es decir, transformar sus contenidos en estructuras reales, o en sistemas de control operativos. Existen también mecanismos que permiten copiar fielmente esa información (replicación) y transmitirla a los descendientes de los individuos que la poseen (reproducción), ya sea directamente (reproducción asexual), ya sea combinándola con la información de otros individuos de la misma especie (reproducción sexual). Mientras que los mecanismos de reproducción asexual consiguen dar lugar a individuos prácticamente idénticos a sus progenitores, la reproducción sexual produce individuos que combinan, de un modo aleatorio, las características de sus dos progenitores.
Pero los mecanismos de replicación no son perfectos, y en ocasiones se producen cambios en la información. Si esos cambios afectan a las células somáticas (todas las del organismo, excepto las que dan lugar a la formación de los gametos), no se transmiten a la descendencia, pero pueden afectar a la supervivencia del individuo. Ejemplos de estos cambios son las mutaciones que producen el cáncer. Por el contrario, si las mutaciones se producen en las células germinales (las que producen los espermatozoides o los óvulos) no afectan a la supervivencia del individuo, pero sí se transmiten a sus descendientes.
La mutación genera variabilidad, y la variabilidad es el requisito necesario y suficiente para que ocurra la selección natural: si dos individuos tienen diferentes características, tienen distintas posibilidades de sobrevivir, especialmente en condiciones limitantes. La reproducción sexual constituye, por su parte, un mecanismo para amplificar y distribuir esa variabilidad, por lo que es un complemento perfecto para los procesos evolutivos.
El Neodarwinismo, como todas las teorías científicas, ha tenido sus críticos y sus detractores. Por ejemplo, los partidarios del Neutralismo sugieren que ciertos genes, con poco o ningún efecto sobre la capacidad de supervivencia de los individuos, han podido evolucionar no mediante selección natural, ya que no proporcionan ventajas sustanciales como para ser seleccionados o eliminados, sino mediante deriva genética, es decir, por puro azar. El Neutralismo no niega la selección natural, sino que la matiza. En realidad, la deriva genética forma parte de la teoría evolutiva aceptada casi desde sus primeros momentos, y lo que hacen los neutralistas es, por una parte, explicar el mecanismo evolutivo por deriva genética a nivel molecular, y por otra proponer que este proceso afecta a un número de características mayor del que normalmente se supone.
Algo similar ocurre con el Equilibrio Puntuado, teoría según la cual los cambios evolutivos no ocurren a un ritmo constante, sino que pueden ser ocasionalmente bruscos, dando lugar a "revoluciones evolutivas" en las que aparecen tipos de organismos totalmente nuevos. Los partidarios de esta teoría la justifican por alteraciones en genes que controlan el desarrollo del organismo y la expresión de grandes conjuntos de genes.
Los debates en torno al neutralismo y al equilibrio puntuado se producen desde hace años, y seguramente se mantendrán durante bastante tiempo más.
Una situación diferente es la que plantea la idea del "Diseño Inteligente", que propone, en pocas palabras, que la evolución es un proceso teleológico, es decir, orientado a un fin, y dirigido por una inteligencia superior. Por lo tanto, niega la propia existencia de la selección natural, sustituyéndolo por un proceso de cambios programados y dirigidos por una entidad superior, no biológica (¿dios?), que se encargaría de diseñar (de ahí su nombre) las características de los organismos a lo largo del tiempo.
La diferencia fundamental entre el diseño inteligente y las otras críticas o matizaciones al Neodarwinismo está en que no resulta nada claro que el diseño sea una teoría científica. Este debate, que en principio puede parecer poco importante es, en realidad fundamental: si el diseño inteligente es una teoría científica, significa que se ajusta a los criterios de validez que todos aceptamos, y por lo tanto estaríamos ante una controversia entre dos teorías alternativas, como tantas otras que han tenido lugar a lo largo de la historia. Si, por el contrario, el diseño es la expresión de una idea religiosa, planteada de modo que tenga apariencia científica, el debate tendría lugar entre un conocimiento válido, el de la teoría neodarwinista, y otro que no ha demostrado su validez.
Las dudas acerca de la naturaleza científica del diseño inteligente se deben, sobre todo, a los mecanismos que utiliza para "validar" su contenido, pero también a dicho contenido y al modo en que se desarrolla la teoría.
Las ideas en torno al diseño inteligente no son precisamente nuevas. En 1802 (antes de la formulación de la teoría de Darwin) el reverendo William Paley escribía:
En esta frase se resumen, en realidad, los principales aspectos de las hipótesis sobre el diseño, que se han mantenido básicamente estables hasta la actualidad. En primer lugar, desde el punto de vista epistemológico, como indica la propia frase de Paley su argumento es, en realidad, una inferencia. Esto significa, en otras palabras, que se trata de un argumento inductivo, hipotético, en el que se propone una generalización (no demostrada) partiendo de una única observación. En segundo lugar, se trata de un razonamiento por analogía; Paley aplica las conclusiones (supuestamente) derivadas de su hipótesis a otros ámbitos distintos a los que inicialmente observó; si deduce la existencia del relojero a partir del reloj, aplica el paralelismo al mundo natural para encontrar el creador sobrenatural. El tercer aspecto que plantea problemas epistemológicos a la idea del diseño es el recurso a inobservables: en último extremo, todo el conocimiento científico debe explicar los hechos mediante fenómenos observables, lo que no ocurre con esta idea. Los tres aspectos están íntimamente relacionados, y se alejan mucho de lo que se considera unánimemente conocimiento científico.
La inferencia, la inducción de conocimiento general a partir de observaciones particulares, está en la base misma del método científico (que por ello recibe el nombre de método hipotético-deductivo). Se considera, precisamente, que la única posibilidad de generar conocimiento universal es partiendo de un número finito de observaciones y proponiendo, a modo de hipótesis, que lo que ocurre en ellas ocurre en todos los casos. Hasta ahí bien. Pero, dado que la inducción es imposible de comprobar de un modo exhaustivo, esas hipótesis deben ser sometidas a una comprobación, en el proceso normalmente llamado contraste de hipótesis. Está claro que no se pueden comprobar, uno a uno, todos los casos posibles, pero se considera que basta con un caso que no cumpla la hipótesis para que ésta sea desechada. Esto es lo que llamábamos "principio de falsación": no podemos saber que nuestra hipótesis es verdadera, pero al menos podemos comprobar que no es falsa. La formulación de hipótesis, en los procesos científicos, debe ir acompañada de un procedimiento para demostrar su posible falsedad.
En el caso de la cita de Paley, esto equivaldría a que el buen reverendo hubiera propuesto algún modo de comprobar si, efectivamente, todos los relojes de bolsillo han sido elaborados por un relojero. Evidentemente hay una trampa argumental en la idea; nosotros no partimos de una observación y la generalizamos. Sabemos de antemano que los relojes son hechos por un relojero, porque pertenecen a una categoría que tiene esa característica: son objetos artificiales. Así que la frase de Paley no es realmente una inducción, sino una falsa inducción dentro de una categoría que él ya conoce. ¿Es adecuado decir lo mismo sobre los seres vivos...? ¿No equivale a partir de la hipótesis que se quiere comprobar...?
El segundo problema epistemológico del diseño es el de la analogía. El uso de modelos también es habitual en ciencia, pero se trata siempre de modelos homólogos, no análogos. La analogía es frecuente como recurso para explicar fenómenos ya conocidos, en los que los fundamentos están perfectamente establecidos. Por esa razón se usa frecuentemente como recurso didáctico. Pero nunca puede extrapolarse más allá del paralelismo que ya se conoce. Por ejemplo, es posible comparar una célula con un motor químico (ambos queman combustible para producir energía), pero habrá que tener mucho cuidado si se pretende encontrar elementos similares a la mitocondria en el motor de un coche o piezas que cumplan la misma función que los cilindros dentro de la célula. El parecido empieza y acaba en el uso de los combustibles, y no puede extrapolarse a otros elementos que no guardan relación. Tampoco pondríamos a un ingeniero a tratar de reparar una célula... En pocas palabras, lo que Paley hace es utilizar un parecido como una prueba de causalidad, y eso está a años luz de poder ser considerado válido.
El tercer aspecto es aún más claro, y guarda relación con el anterior: el recurso a inobservables. El mismo hecho de plantearlo deja a la hipótesis del diseño fuera del ámbito de lo científico, ya que la ciencia siempre debe recurrir a los fenómenos. Pero es que, además, va claramente más allá de la propia analogía planteada por Paley: yo puedo saber que los relojes son construidos por relojeros porque puedo observar a los relojeros durante el proceso de fabricación, no solo ver los relojes. En este caso se nos indica que, puesto que vemos los organismos es necesario que aceptemos la existencia de un creador, al que no podemos observar... por la propia definición que se hace de él: un creador sobrenatural.
En cualquier caso, no sería justo descalificar una teoría por los argumentos que sus primeros partidarios utilizaron hace más de doscientos años. La ciencia avanza en buena parte por depuración de errores, y las teorías suelen enfrentarse a formulaciones parcialmente equivocadas que, en procesos de debate dialéctico, van corrigiendo sus errores. La larga historia del geocentrismo frente al heliocentrismo, o la controversia entre las teorías inmovilistas y la deriva continental hasta que evolucionó hacia la tectónica de placas, o la misma disputa entre fijistas y evolucionistas son ejemplos claros de cómo el conocimiento científico se caracteriza por conseguir que sus propuestas se vayan adaptando a los hechos conocidos y a los requerimientos de la lógica. Por ello, es imprescindible echar un vistazo a las formulaciones actuales del diseño inteligente.
En la actualidad, los partidarios del diseño inteligente se centran en dos argumentos diferentes pero interdependientes: el problema de la complejidad irreductible y la inferencia del diseño. El segundo sigue siendo, básicamente, el mismo argumento que Paley proponía en el siglo XIX, pero reformulado.
El argumento de la complejidad irreductible se basa en la dificultad que tendría, según los partidarios del diseño, el neodarwinismo para explicar la aparición, mediante procesos de evolución gradual, de estructuras muy complejas, que solo tienen valor biológico para los organismos cuando ya son muy complicadas. Estas estructuras se denominan sistemas irreductiblemente complejos, y se caracterizan por estar formadas por un conjunto de piezas básicas interrelacionadas entre sí, de modo que cuando se elimina o se modifica una de ellas, el sistema deja de funcionar. Los partidarios del diseño ponen como ejemplo (de nuevo una analogía) una trampa para ratones. En el caso de los sistemas biológicos, los ejemplos en los que más han centrado su atención han sido el ojo y el flagelo bacteriano.
La estructura del flagelo bacteriano es demasiado compleja como para ser explicada a este nivel, aunque hay que decir que los biólogos moleculares que la estudian consideran que sus elementos sí pudieron tener, a lo largo de la evolución, valor biológico para los organismos que los presentaban. De ser así, esto invalidaría el argumento, puesto que las "piezas" podrían haber evolucionado por separado mediante selección natural, y su asociación para la formación del flagelo hubiera supuesto, en todo caso, un proceso evolutivo posible y también ventajoso.
Es bastante más sencillo explicar el modo en que ha podido evolucionar un sistema como el ojo de los vertebrados, aunque en la actualidad los partidarios del diseño ya no lo consideren como un sistema irreductiblemente complejo. En realidad, esto mismo debería ser un argumento en contra del propio diseño inteligente porque, en lugar de aceptar la falsación de la hipótesis lo que se hace es cambiar el marco de referencia, para dejar fuera del mismo aquellos hechos que no son explicados por la hipótesis original. Merece la pena detenerse un momento en esto.
La hipótesis representada por el argumento de la complejidad irreductible es esta: "Los sistemas irreductiblemente complejos no pueden evolucionar mediante selección natural". Si se tratara de una hipótesis científica, debería ser falsable. Para ello bastaría con encontrar un sistema irreductiblemente complejo que hubiera evolucionado por selección natural. En ese caso, nuestro razonamiento sería el siguiente:
La evolución gradual del ojo no solo es posible, sino que se puede estudiar observando organismos actuales con receptores visuales menos evolucionados que los vertebrados. En cada caso, la presencia de estos receptores proporciona ventajas adaptativas a los organismos que los poseen frente a los que tienen ojos menos evolucionados.
La inferencia del diseño es un argumento más filosófico que científico. Guarda relación con la improbabilidad de que estructuras complejas se produzcan mediante el azar. Según los partidarios del diseño, las estructuras que aparecen en los seres vivos presentan una complejidad especificada. Esto significa que podemos identificarlas como consecuencia de un patrón, es decir, que cada estructura responde necesariamente a la función que desempeña. Dicho en otras palabras equivaldría a decir, por ejemplo, que las patas de los animales son así porque sirven para desplazarse. Se trata de una característica propia de los fenómenos intencionales, que han sido planeados para que cumplan un propósito determinado.
Como en el caso anterior, se puede rechazar el argumento analizando un caso en el que no se cumplan los criterios de la complejidad especificada. Para que ésta se de, es necesario que las estructuras diseñadas cumplan su función adecuadamente. Pero es fácil encontrar ejemplos de estructuras biológicas que realizan sus funciones de un modo poco apropiado, con problemas que convertirían cualquier diseño en una chapuza. Es el caso de las vías respiratorias y digestivas superiores; se supone que sus funciones son diferentes, de modo que podrían estar totalmente separadas. En realidad, las consecuencias de que ambas vías se crucen en la faringe puede llegar a provocar graves problemas, ya que hace posible que los alimentos penetren por la tráquea obstruyéndola y causando ahogamiento. Estos inconvenientes se habrían solucionado, en cualquier diseño especificado, haciendo que ambos conductos fueran paralelos.
La única explicación posible de que esto no sea así hay que buscarla en la evolución de esta estructura. Lejos de ser el resultado de un diseño previo, los pulmones son el resultado de la evolución de una estructura preexistente, la vejiga natatoria que aparece en los peces actuales. Se trata de una bolsa rellena de gas, que permite a los peces flotar a diferentes profundidades. Aunque en muchos peces actuales poseen una vejiga natatoria cerrada, parece que ésta ha evolucionado desde una bolsa unida al aparato digestivo mediante un tubo, el conducto pneumático.
Este tipo de vejiga natatoria unida al digestivo, presente en los peces pulmonados, habría evolucionado en los tetrápodos (anfibios, reptiles, aves y mamíferos) dando lugar a los pulmones, lo que explicaría su unión con el digestivo.
¿Es el diseño inteligente una teoría científica válida?
Desde el punto de vista epistemológico, es posible criticar el diseño inteligente comparándolo con las teorías científicas "aceptadas": las teorías científicas están centradas en proponer hipótesis que, partiendo de fenómenos conocidos, permitan explicarlos y predecir nuevos fenómenos. Para garantizar su validez proponen mecanismos que permiten su falsación (criterio de demarcación). Frente a esto, el diseño inteligente se ocupa de plantear mecanismos para tratar de falsear la selección natural, no para explicar fenómenos. No proporciona ninguna explicación científica, porque recurre a inobservables para explicar solo aquellos hechos que dice no poder explicar de otro modo. Por último, no se somete a ningún control, porque no proporciona ningún mecanismo para ser contrastada. Se trata, por tanto, más de una explicación mitológica que científica.
En la primera mitad del siglo XX se consiguió compatibilizar la teoría darwiniana acerca de la selección natural con las leyes de la herencia propuestas por Mendel y con la teoría cromosómica, dando lugar a un paradigma sintético que se conoce como Neodarwinismo. Desde entonces, el Neodarwinismo ha sido capaz de explicar satisfactoriamente los procesos de mantenimiento, transmisión y modificación de la información genética, y relacionarlos con los acontecimientos evolutivos que se han producido en nuestro planeta.
Básicamente, lo que propone el neodarwinismo es que la información necesaria para determinar las estructuras de los organismos y controlar sus funciones se encuentra almacenada en el ADN de sus células. Existen mecanismos que permiten expresar esa información, es decir, transformar sus contenidos en estructuras reales, o en sistemas de control operativos. Existen también mecanismos que permiten copiar fielmente esa información (replicación) y transmitirla a los descendientes de los individuos que la poseen (reproducción), ya sea directamente (reproducción asexual), ya sea combinándola con la información de otros individuos de la misma especie (reproducción sexual). Mientras que los mecanismos de reproducción asexual consiguen dar lugar a individuos prácticamente idénticos a sus progenitores, la reproducción sexual produce individuos que combinan, de un modo aleatorio, las características de sus dos progenitores.
Pero los mecanismos de replicación no son perfectos, y en ocasiones se producen cambios en la información. Si esos cambios afectan a las células somáticas (todas las del organismo, excepto las que dan lugar a la formación de los gametos), no se transmiten a la descendencia, pero pueden afectar a la supervivencia del individuo. Ejemplos de estos cambios son las mutaciones que producen el cáncer. Por el contrario, si las mutaciones se producen en las células germinales (las que producen los espermatozoides o los óvulos) no afectan a la supervivencia del individuo, pero sí se transmiten a sus descendientes.
La mutación genera variabilidad, y la variabilidad es el requisito necesario y suficiente para que ocurra la selección natural: si dos individuos tienen diferentes características, tienen distintas posibilidades de sobrevivir, especialmente en condiciones limitantes. La reproducción sexual constituye, por su parte, un mecanismo para amplificar y distribuir esa variabilidad, por lo que es un complemento perfecto para los procesos evolutivos.
El Neodarwinismo, como todas las teorías científicas, ha tenido sus críticos y sus detractores. Por ejemplo, los partidarios del Neutralismo sugieren que ciertos genes, con poco o ningún efecto sobre la capacidad de supervivencia de los individuos, han podido evolucionar no mediante selección natural, ya que no proporcionan ventajas sustanciales como para ser seleccionados o eliminados, sino mediante deriva genética, es decir, por puro azar. El Neutralismo no niega la selección natural, sino que la matiza. En realidad, la deriva genética forma parte de la teoría evolutiva aceptada casi desde sus primeros momentos, y lo que hacen los neutralistas es, por una parte, explicar el mecanismo evolutivo por deriva genética a nivel molecular, y por otra proponer que este proceso afecta a un número de características mayor del que normalmente se supone.
Algo similar ocurre con el Equilibrio Puntuado, teoría según la cual los cambios evolutivos no ocurren a un ritmo constante, sino que pueden ser ocasionalmente bruscos, dando lugar a "revoluciones evolutivas" en las que aparecen tipos de organismos totalmente nuevos. Los partidarios de esta teoría la justifican por alteraciones en genes que controlan el desarrollo del organismo y la expresión de grandes conjuntos de genes.
Los debates en torno al neutralismo y al equilibrio puntuado se producen desde hace años, y seguramente se mantendrán durante bastante tiempo más.
Una situación diferente es la que plantea la idea del "Diseño Inteligente", que propone, en pocas palabras, que la evolución es un proceso teleológico, es decir, orientado a un fin, y dirigido por una inteligencia superior. Por lo tanto, niega la propia existencia de la selección natural, sustituyéndolo por un proceso de cambios programados y dirigidos por una entidad superior, no biológica (¿dios?), que se encargaría de diseñar (de ahí su nombre) las características de los organismos a lo largo del tiempo.
La diferencia fundamental entre el diseño inteligente y las otras críticas o matizaciones al Neodarwinismo está en que no resulta nada claro que el diseño sea una teoría científica. Este debate, que en principio puede parecer poco importante es, en realidad fundamental: si el diseño inteligente es una teoría científica, significa que se ajusta a los criterios de validez que todos aceptamos, y por lo tanto estaríamos ante una controversia entre dos teorías alternativas, como tantas otras que han tenido lugar a lo largo de la historia. Si, por el contrario, el diseño es la expresión de una idea religiosa, planteada de modo que tenga apariencia científica, el debate tendría lugar entre un conocimiento válido, el de la teoría neodarwinista, y otro que no ha demostrado su validez.
Las dudas acerca de la naturaleza científica del diseño inteligente se deben, sobre todo, a los mecanismos que utiliza para "validar" su contenido, pero también a dicho contenido y al modo en que se desarrolla la teoría.
William Paley |
"Si encontramos un reloj de bolsillo en un campo, inmediatamente podemos inferir que fue producido no por procesos naturales actuando ciegamente sino por un intelecto humano diseñador. De la misma manera, el mundo natural contiene abundante evidencia de un creador sobrenatural."
En esta frase se resumen, en realidad, los principales aspectos de las hipótesis sobre el diseño, que se han mantenido básicamente estables hasta la actualidad. En primer lugar, desde el punto de vista epistemológico, como indica la propia frase de Paley su argumento es, en realidad, una inferencia. Esto significa, en otras palabras, que se trata de un argumento inductivo, hipotético, en el que se propone una generalización (no demostrada) partiendo de una única observación. En segundo lugar, se trata de un razonamiento por analogía; Paley aplica las conclusiones (supuestamente) derivadas de su hipótesis a otros ámbitos distintos a los que inicialmente observó; si deduce la existencia del relojero a partir del reloj, aplica el paralelismo al mundo natural para encontrar el creador sobrenatural. El tercer aspecto que plantea problemas epistemológicos a la idea del diseño es el recurso a inobservables: en último extremo, todo el conocimiento científico debe explicar los hechos mediante fenómenos observables, lo que no ocurre con esta idea. Los tres aspectos están íntimamente relacionados, y se alejan mucho de lo que se considera unánimemente conocimiento científico.
La inferencia, la inducción de conocimiento general a partir de observaciones particulares, está en la base misma del método científico (que por ello recibe el nombre de método hipotético-deductivo). Se considera, precisamente, que la única posibilidad de generar conocimiento universal es partiendo de un número finito de observaciones y proponiendo, a modo de hipótesis, que lo que ocurre en ellas ocurre en todos los casos. Hasta ahí bien. Pero, dado que la inducción es imposible de comprobar de un modo exhaustivo, esas hipótesis deben ser sometidas a una comprobación, en el proceso normalmente llamado contraste de hipótesis. Está claro que no se pueden comprobar, uno a uno, todos los casos posibles, pero se considera que basta con un caso que no cumpla la hipótesis para que ésta sea desechada. Esto es lo que llamábamos "principio de falsación": no podemos saber que nuestra hipótesis es verdadera, pero al menos podemos comprobar que no es falsa. La formulación de hipótesis, en los procesos científicos, debe ir acompañada de un procedimiento para demostrar su posible falsedad.
En el caso de la cita de Paley, esto equivaldría a que el buen reverendo hubiera propuesto algún modo de comprobar si, efectivamente, todos los relojes de bolsillo han sido elaborados por un relojero. Evidentemente hay una trampa argumental en la idea; nosotros no partimos de una observación y la generalizamos. Sabemos de antemano que los relojes son hechos por un relojero, porque pertenecen a una categoría que tiene esa característica: son objetos artificiales. Así que la frase de Paley no es realmente una inducción, sino una falsa inducción dentro de una categoría que él ya conoce. ¿Es adecuado decir lo mismo sobre los seres vivos...? ¿No equivale a partir de la hipótesis que se quiere comprobar...?
El segundo problema epistemológico del diseño es el de la analogía. El uso de modelos también es habitual en ciencia, pero se trata siempre de modelos homólogos, no análogos. La analogía es frecuente como recurso para explicar fenómenos ya conocidos, en los que los fundamentos están perfectamente establecidos. Por esa razón se usa frecuentemente como recurso didáctico. Pero nunca puede extrapolarse más allá del paralelismo que ya se conoce. Por ejemplo, es posible comparar una célula con un motor químico (ambos queman combustible para producir energía), pero habrá que tener mucho cuidado si se pretende encontrar elementos similares a la mitocondria en el motor de un coche o piezas que cumplan la misma función que los cilindros dentro de la célula. El parecido empieza y acaba en el uso de los combustibles, y no puede extrapolarse a otros elementos que no guardan relación. Tampoco pondríamos a un ingeniero a tratar de reparar una célula... En pocas palabras, lo que Paley hace es utilizar un parecido como una prueba de causalidad, y eso está a años luz de poder ser considerado válido.
El tercer aspecto es aún más claro, y guarda relación con el anterior: el recurso a inobservables. El mismo hecho de plantearlo deja a la hipótesis del diseño fuera del ámbito de lo científico, ya que la ciencia siempre debe recurrir a los fenómenos. Pero es que, además, va claramente más allá de la propia analogía planteada por Paley: yo puedo saber que los relojes son construidos por relojeros porque puedo observar a los relojeros durante el proceso de fabricación, no solo ver los relojes. En este caso se nos indica que, puesto que vemos los organismos es necesario que aceptemos la existencia de un creador, al que no podemos observar... por la propia definición que se hace de él: un creador sobrenatural.
En cualquier caso, no sería justo descalificar una teoría por los argumentos que sus primeros partidarios utilizaron hace más de doscientos años. La ciencia avanza en buena parte por depuración de errores, y las teorías suelen enfrentarse a formulaciones parcialmente equivocadas que, en procesos de debate dialéctico, van corrigiendo sus errores. La larga historia del geocentrismo frente al heliocentrismo, o la controversia entre las teorías inmovilistas y la deriva continental hasta que evolucionó hacia la tectónica de placas, o la misma disputa entre fijistas y evolucionistas son ejemplos claros de cómo el conocimiento científico se caracteriza por conseguir que sus propuestas se vayan adaptando a los hechos conocidos y a los requerimientos de la lógica. Por ello, es imprescindible echar un vistazo a las formulaciones actuales del diseño inteligente.
En la actualidad, los partidarios del diseño inteligente se centran en dos argumentos diferentes pero interdependientes: el problema de la complejidad irreductible y la inferencia del diseño. El segundo sigue siendo, básicamente, el mismo argumento que Paley proponía en el siglo XIX, pero reformulado.
Trampa de ratones, sistema irreductiblemente complejo |
La estructura del flagelo bacteriano es demasiado compleja como para ser explicada a este nivel, aunque hay que decir que los biólogos moleculares que la estudian consideran que sus elementos sí pudieron tener, a lo largo de la evolución, valor biológico para los organismos que los presentaban. De ser así, esto invalidaría el argumento, puesto que las "piezas" podrían haber evolucionado por separado mediante selección natural, y su asociación para la formación del flagelo hubiera supuesto, en todo caso, un proceso evolutivo posible y también ventajoso.
Es bastante más sencillo explicar el modo en que ha podido evolucionar un sistema como el ojo de los vertebrados, aunque en la actualidad los partidarios del diseño ya no lo consideren como un sistema irreductiblemente complejo. En realidad, esto mismo debería ser un argumento en contra del propio diseño inteligente porque, en lugar de aceptar la falsación de la hipótesis lo que se hace es cambiar el marco de referencia, para dejar fuera del mismo aquellos hechos que no son explicados por la hipótesis original. Merece la pena detenerse un momento en esto.
La hipótesis representada por el argumento de la complejidad irreductible es esta: "Los sistemas irreductiblemente complejos no pueden evolucionar mediante selección natural". Si se tratara de una hipótesis científica, debería ser falsable. Para ello bastaría con encontrar un sistema irreductiblemente complejo que hubiera evolucionado por selección natural. En ese caso, nuestro razonamiento sería el siguiente:
- Los sistemas irreductiblemente complejos no pueden evolucionar mediante selección natural.
- El ojo es un sistema irreductiblemente complejo.
- El ojo ha evolucionado mediante seleccion natural,
- Luego...
- La hipótesis es falsa.
La evolución gradual del ojo no solo es posible, sino que se puede estudiar observando organismos actuales con receptores visuales menos evolucionados que los vertebrados. En cada caso, la presencia de estos receptores proporciona ventajas adaptativas a los organismos que los poseen frente a los que tienen ojos menos evolucionados.
La inferencia del diseño es un argumento más filosófico que científico. Guarda relación con la improbabilidad de que estructuras complejas se produzcan mediante el azar. Según los partidarios del diseño, las estructuras que aparecen en los seres vivos presentan una complejidad especificada. Esto significa que podemos identificarlas como consecuencia de un patrón, es decir, que cada estructura responde necesariamente a la función que desempeña. Dicho en otras palabras equivaldría a decir, por ejemplo, que las patas de los animales son así porque sirven para desplazarse. Se trata de una característica propia de los fenómenos intencionales, que han sido planeados para que cumplan un propósito determinado.
Como en el caso anterior, se puede rechazar el argumento analizando un caso en el que no se cumplan los criterios de la complejidad especificada. Para que ésta se de, es necesario que las estructuras diseñadas cumplan su función adecuadamente. Pero es fácil encontrar ejemplos de estructuras biológicas que realizan sus funciones de un modo poco apropiado, con problemas que convertirían cualquier diseño en una chapuza. Es el caso de las vías respiratorias y digestivas superiores; se supone que sus funciones son diferentes, de modo que podrían estar totalmente separadas. En realidad, las consecuencias de que ambas vías se crucen en la faringe puede llegar a provocar graves problemas, ya que hace posible que los alimentos penetren por la tráquea obstruyéndola y causando ahogamiento. Estos inconvenientes se habrían solucionado, en cualquier diseño especificado, haciendo que ambos conductos fueran paralelos.
La única explicación posible de que esto no sea así hay que buscarla en la evolución de esta estructura. Lejos de ser el resultado de un diseño previo, los pulmones son el resultado de la evolución de una estructura preexistente, la vejiga natatoria que aparece en los peces actuales. Se trata de una bolsa rellena de gas, que permite a los peces flotar a diferentes profundidades. Aunque en muchos peces actuales poseen una vejiga natatoria cerrada, parece que ésta ha evolucionado desde una bolsa unida al aparato digestivo mediante un tubo, el conducto pneumático.
Este tipo de vejiga natatoria unida al digestivo, presente en los peces pulmonados, habría evolucionado en los tetrápodos (anfibios, reptiles, aves y mamíferos) dando lugar a los pulmones, lo que explicaría su unión con el digestivo.
¿Es el diseño inteligente una teoría científica válida?
Desde el punto de vista epistemológico, es posible criticar el diseño inteligente comparándolo con las teorías científicas "aceptadas": las teorías científicas están centradas en proponer hipótesis que, partiendo de fenómenos conocidos, permitan explicarlos y predecir nuevos fenómenos. Para garantizar su validez proponen mecanismos que permiten su falsación (criterio de demarcación). Frente a esto, el diseño inteligente se ocupa de plantear mecanismos para tratar de falsear la selección natural, no para explicar fenómenos. No proporciona ninguna explicación científica, porque recurre a inobservables para explicar solo aquellos hechos que dice no poder explicar de otro modo. Por último, no se somete a ningún control, porque no proporciona ningún mecanismo para ser contrastada. Se trata, por tanto, más de una explicación mitológica que científica.
3 comentarios:
El autor de este blog debería informase más (con todo respeto) pues tiene que corregir algunos conceptos. Le propongo que lea mi libro "De Esto no se Habla II" (el segundo, no el primero… el “II” ¿Sí?, a no confundirse!!) y se sorprenderá de los que piensan muchos científicos sobre la vapuleada teoría de Darwin. También le aconsejo que lea el libro de Máximo Sandín “Pensando la Evolución, pensando la Vida”. Ambos libros se obtienen GRATIS de Internet en formato PDF. Así que pueden bajárselos YA. Mi libro se descarga de Free-eBooks (PDF, ePUB, Mobipocket) y en BUBOK (PDF). El de Sandín bueno, hay que buscarlo…
Saludos!!
Las teorías de Darwin no han sido vapuleadas, han sido superadas, lo cuál es completamente lógico. La ciencia no es inmutable.
Daniel Lapazano, podrías pasarme algún link del libro de Maximo Sandin?, he estado buscandolo pero no lo encuentro, los tuyos ya los bajé y estoy empezando a leerlo, gracias por tu aporte y demostrar que no todo lo que se escribe en un blog es cierto simplemente porque se tiña de ciencia.
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