Llega una noticia sorprendente relacionada con el funcionamiento del cerebro: un grupo de médicos, tratando de reducir el apetito de un paciente, han conseguido que recupere parte de la memoria que había perdido.
La verdad es que el hallazgo no debería ser demasiado sorprendente. Casi todo lo que sabemos del funcionamiento del cerebro lo hemos aprendido gracias a enfermedades que afectan a una zona pero no a otras o a "golpes" de suerte, a veces en el sentido más literal de la expresión. Posiblemente el caso más llamativo sea el del minero al que un barreno le atravesó la parte anterior del cerebro (¡sin matarlo!). El pobre hombre, a partir de ese momento, perdió toda su libertad de acción, era incapaz de desobedecer cualquier orden, fuera cual fuera. Por cierto que ese accidente permitió el desarrollo de una técnica médica, afortunadamente abandonada, llamada lobotomía. Con un pequeño pinchazo, que se realizaba solo con anestesia local, se conseguía que los "pacientes" se volvieran sumisos y obedientes. Desgraciadamente, se utilizó mucho con enfermos mentales.
El caso es que solo tenemos una idea muy aproximada de qué es lo que ocurre en el interior de nuestra cabeza. Sabemos que el cerebro está formado por dos tipos de células, las neuronas, que son las que "piensan" y las células de glía, que son algo así como sistemas de mantenimiento para ayudar a las neuronas a hacer su trabajo. Las neuronas están conectadas entre sí por una compleja red de conexiones, que llevan información de unas a otras. Una neurona puede estar unida a más de cien mil células diferentes, lo que nos da una idea de lo complicado que es lo que ocurre ahí dentro.
Parecemos estar relativamente seguros de que lo importante no son las neuronas individuales, sino las "redes" que forman entre ellas. Como solemos comparar lo que no entendemos con lo que más de moda está, es habitual comparar las redes de neuronas con redes de ordenadores. De esta forma, pequeños grupos de neuronas localizadas en regiones concretas del cerebro se encargarían de funciones concretas: la visión se produce, curiosamente, en la parte posterior del cerebro, en el lóbulo occipital, el oído reside en los lóbulos temporales o la capacidad de hablar se localiza en una pequeña zona del lado izquierdo del cerebro, próxima a la oreja, llamada área de Brocca... Muchas de estas zonas han sido identificadas estudiando a enfermos que habían perdido estas capacidades, aunque la tecnología actual nos permite observar la función cerebral sin necesidad de recurrir a esos casos.
Lo que se intentaba en este caso era introducir un electrodo para estimular el hipotálamo. La base de la técnica es que las neuronas se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos, así que provocar pequeñas descargas eléctricas en su proximidad hace que se activen. Por otra parte el hipotálamo es una zona del encéfalo (no del cerebro) situada en la parte inferior y central del cráneo, en la que residen las funciones más "primarias", que realizamos conscientemente pero que son necesarias para mantenernos con vida, por ejemplo comer. Lo más sorprendente de la noticia es que se haya modificado precisamente la memoria, una función cerebral acerca de cuya localización no se tenía demasiada idea. De hecho, algunas teorías sostenían que no está localizada en un área concreta, sino que en su funcionamiento interviene todo el cerebro.
¿Permitirá este descubrimiento curar a los enfermos de Alzheimer? Esa es una cuestión mucho más delicada. Lo que sí se sabe acerca de la memoria es que funciona de forma diferente a corto plazo y a largo plazo. Una vez que tenemos una experiencia, en el sentido más amplio del término, se incorpora a nuestra memoria a corto plazo. Sin embargo, que este recuerdo permanezca o no dependerá de diferentes factores, entre otros nuestro interés en él. En todo caso, si el recuerdo se incorpora a nuestra memoria a largo plazo permanecerá allí prácticamente siempre; lo que llamamos olvido suele ser la dificultad de "evocar" ese recuerdo, de traerlo a primer plano y revivirlo.
Los enfermos de Alzheimer, más que la memoria a largo plazo, parecen tener alterada su capacidad de organizar sus recuerdos: en los momentos de crisis, no son capaces de acordarse de lo que acaban de hacer, o de reconocer incluso a las personas que conviven normalmente con ellos. Sin embargo, recuerdan cosas que les ocurrieron hace décadas, o confunden a personas que acaban de ver con otras que pudieron morir hace años. El descubrimiento de los médicos canadienses parece facilitar la evocación de recuerdos lejanos, lo que no tendría demasiado que ver con esta enfermedad. Sin embargo, algo avanzamos: ya tenemos una idea de qué botón tocar para "llamar" a nuestros recuerdos ¿Servirá para preparar exámenes?
La verdad es que el hallazgo no debería ser demasiado sorprendente. Casi todo lo que sabemos del funcionamiento del cerebro lo hemos aprendido gracias a enfermedades que afectan a una zona pero no a otras o a "golpes" de suerte, a veces en el sentido más literal de la expresión. Posiblemente el caso más llamativo sea el del minero al que un barreno le atravesó la parte anterior del cerebro (¡sin matarlo!). El pobre hombre, a partir de ese momento, perdió toda su libertad de acción, era incapaz de desobedecer cualquier orden, fuera cual fuera. Por cierto que ese accidente permitió el desarrollo de una técnica médica, afortunadamente abandonada, llamada lobotomía. Con un pequeño pinchazo, que se realizaba solo con anestesia local, se conseguía que los "pacientes" se volvieran sumisos y obedientes. Desgraciadamente, se utilizó mucho con enfermos mentales.
El caso es que solo tenemos una idea muy aproximada de qué es lo que ocurre en el interior de nuestra cabeza. Sabemos que el cerebro está formado por dos tipos de células, las neuronas, que son las que "piensan" y las células de glía, que son algo así como sistemas de mantenimiento para ayudar a las neuronas a hacer su trabajo. Las neuronas están conectadas entre sí por una compleja red de conexiones, que llevan información de unas a otras. Una neurona puede estar unida a más de cien mil células diferentes, lo que nos da una idea de lo complicado que es lo que ocurre ahí dentro.
Parecemos estar relativamente seguros de que lo importante no son las neuronas individuales, sino las "redes" que forman entre ellas. Como solemos comparar lo que no entendemos con lo que más de moda está, es habitual comparar las redes de neuronas con redes de ordenadores. De esta forma, pequeños grupos de neuronas localizadas en regiones concretas del cerebro se encargarían de funciones concretas: la visión se produce, curiosamente, en la parte posterior del cerebro, en el lóbulo occipital, el oído reside en los lóbulos temporales o la capacidad de hablar se localiza en una pequeña zona del lado izquierdo del cerebro, próxima a la oreja, llamada área de Brocca... Muchas de estas zonas han sido identificadas estudiando a enfermos que habían perdido estas capacidades, aunque la tecnología actual nos permite observar la función cerebral sin necesidad de recurrir a esos casos.
Lo que se intentaba en este caso era introducir un electrodo para estimular el hipotálamo. La base de la técnica es que las neuronas se comunican entre sí mediante impulsos eléctricos, así que provocar pequeñas descargas eléctricas en su proximidad hace que se activen. Por otra parte el hipotálamo es una zona del encéfalo (no del cerebro) situada en la parte inferior y central del cráneo, en la que residen las funciones más "primarias", que realizamos conscientemente pero que son necesarias para mantenernos con vida, por ejemplo comer. Lo más sorprendente de la noticia es que se haya modificado precisamente la memoria, una función cerebral acerca de cuya localización no se tenía demasiada idea. De hecho, algunas teorías sostenían que no está localizada en un área concreta, sino que en su funcionamiento interviene todo el cerebro.
¿Permitirá este descubrimiento curar a los enfermos de Alzheimer? Esa es una cuestión mucho más delicada. Lo que sí se sabe acerca de la memoria es que funciona de forma diferente a corto plazo y a largo plazo. Una vez que tenemos una experiencia, en el sentido más amplio del término, se incorpora a nuestra memoria a corto plazo. Sin embargo, que este recuerdo permanezca o no dependerá de diferentes factores, entre otros nuestro interés en él. En todo caso, si el recuerdo se incorpora a nuestra memoria a largo plazo permanecerá allí prácticamente siempre; lo que llamamos olvido suele ser la dificultad de "evocar" ese recuerdo, de traerlo a primer plano y revivirlo.
Los enfermos de Alzheimer, más que la memoria a largo plazo, parecen tener alterada su capacidad de organizar sus recuerdos: en los momentos de crisis, no son capaces de acordarse de lo que acaban de hacer, o de reconocer incluso a las personas que conviven normalmente con ellos. Sin embargo, recuerdan cosas que les ocurrieron hace décadas, o confunden a personas que acaban de ver con otras que pudieron morir hace años. El descubrimiento de los médicos canadienses parece facilitar la evocación de recuerdos lejanos, lo que no tendría demasiado que ver con esta enfermedad. Sin embargo, algo avanzamos: ya tenemos una idea de qué botón tocar para "llamar" a nuestros recuerdos ¿Servirá para preparar exámenes?
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